lunes, 23 de noviembre de 2009

Simón el Mago, de Danilo Kiš


En este relato de Danilo Kiš, la muerte de Simón el Mago, también conocido como el Borborita (que en la antigüedad era un término despectivo que significaba algo así como "los que provienen del barro"), conoce dos versiones distintas: en la primera se cuenta que cuando arribó a Samaria el apóstol Pedro junto con sus discípulos, Simón los retó con respecto a la verdad de ese Jesús, muerto apenas 17 años antes, y al cual alababan hasta el hartazgo. Simón dijo que él mismo podía subir a los cielos impulsado por su voluntad, sus dudas y por la invocación de todas las injusticias que se cometen a diario sobre la faz de la tierra. Y para asombro de todos los presentes, Simón en verdad comenzó a ascender moviendo un poco los brazos, tal como lo harían las aves. Incrédulo ante lo que sus propios ojos le mostraban, Pedro comenzó a orar pidiendo una iluminación, porque si realmente sucedía que cualquier mago venido de Egipto, podía elevarse tal como lo hiciera algunos años antes el propio Jesús, entonces ése sería un milagro como cualquier otro: sólo una de las verdades de este mundo y no la Única Verdad; algo para nada digno de la majestad del Hijo unigénito de Dios.

Entonces el Creador aconsejó a Pedro para que dijera a la multitud que Simón en verdad subió a los cielos por la fuerza de su voluntad, de sus pensamientos, de sus dudas y de su curiosidad, fuerzas todas ellas que empero tienen límites y que por tanto había sido por gracia de Él, que Simón había podido desafiar a los cielos. Dicho lo anterior, Pedro advirtió a la multitud que Simón caería al mismo lugar del que se había elevado, lo cual en verdad ocurrió a una velocidad inaudita para espanto de todos los presentes, que fueron testigos de cómo Simón terminaba sus días entre un amasijo de carne, sangre y huesos rotos. Y a pesar de la terrible muerte del mago, Sofía, la prostituta con la que él discurría a diario, habló de ello como el más grande triunfo de Simón, ya que éste siempre había predicado que la vida era una caída y un infierno, y que el mundo estaba en manos de los tiranos. Y entonces maldijo a Elohim, el más grande tirano. Dicho lo cual se dirigió hacia el desierto en medio de lamentos.

En la segunda versión de la muerte del mago se dice que lanzó su desafío no a los cielos, sino a la tierra, ya que después de una estéril discusión con Pedro y sus discípulos acerca de Elohim, el castigo, el arrepentimiento, el sentido de la vida, el alma y el cuerpo, pidió ser enterrado a seis codos de profundidad y aseguró que emergería sin ninguna ayuda al tercer día, tal como lo había hecho Jesús. Y así se hizo según sus deseos. Solamente que al tercer día, un viernes, cuando se decidió desenterrar el ataúd, se lo encontró muerto, precedido por un hedor que parecía provenir del mismo infierno. Gordos gusanos emergían de sus órbitas y sus dientes amarillentos estaban firmemente apretados, como si la muerte lo hubiera sorprendido en medio de la risa. Sofía, la prostituta, gritó y se tapó los ojos y habló de la muerte de Simón como su más grande triunfo, ya que éste siempre había predicado que la vida era una caída y un infierno, y que el mundo estaba en manos de los tiranos. Y entonces maldijo a Elohim, el más grande tirano. Dicho lo cual se dirigió hacia el desierto en medio de lamentos…

Con "Simón el Mago" (de 1985), cuento perteneciente al volumen titulado Enciclopedia de los muertos, el escritor serbio Danilo Kiš plantea una situación que va más allá de la lectura actual de un antiguo relato histórico o bíblico; es decir, gracias a los cuestionamientos del Borborita hacia la verdad absoluta pregonada por los apóstoles cuando se habla de las características de Dios, ésta última es puesta en tela de juicio, no sin sorna, con una serie de guiños dedicados al maltrecho siglo XX. Muestra la posibilidad de "elevarse", instigado por la duda (tal como sucede metafóricamente con la ciencia) y por la maldad cotidiana del mundo, así como la inevitable caída o muerte cuando se llega a la zona de lo inexplicable. Un gran relato que en todo momento exhala el aliento de los clásicos.