sábado, 6 de noviembre de 2010

En torno a las excentricidades del Cardenal Pirelli, de Ronald Firbank


Sería muy difícil precisar cuál es la trama de En torno a las excentricidades del Cardenal Pirelli (Concerning the Eccentricities of Cardinal Pirelli, 1926), de Ronald Fribank, pero sería aún más complicado colocar el texto dentro de una categoría “normal” de novela, no tanto porque no se siga a un personaje, en este caso la lenta y extraña caída en desgracia del Cardenal Arzobispo de Clemenza, don Álvaro Narciso Hernando Pirelli, sino porque dicha trama está minuciosamente velada por el propio Firbank.

Sabemos que estamos en un pueblo andaluz, la improbable Clemenza para más señas, que le debe mucho de su apariencia a Sevilla. Pero por otra parte, la multitud de personajes vuelve difusos los hilos de la narración hasta que resulta más fácil para el lector dejarse llevar por la maestría de las reflexiones o las conversaciones que mantienen, por lo general fragmentarias, aunque casi siempre rociadas por una exquisita procacidad. No importa que se trate del propio Cardenal, quien en algún crepúsculo observa los voluptuosos glúteos de un Cupido en el jardín de su palacio, mientras reflexiona una serie de pequeñas locuras; o bien, de las educadas estudiantes del Colegio de Señoritas Nobles de la Calle de Santa Fe, que acusaron de “avidez” a la abadesa cuando, justo en el día de la fundación del colegio, una tropa militar hizo su aparición, exigiendo alojamiento para los soldados con “masculina prepotencia”, con lo que ella hizo “todo lo que estaba en sus posibilidades para mantenerlos alejados de ellas”; o incluso una respetable poetisa, de quien se murmuraba que había escrito una oda en honor de cierta parte noble de su marido, la cual comenzaba así: “¡Oh, tú, divino instrumento!”

El variopinto desfile de los habitantes de Clemenza encarna, detrás del telón de los diálogos y las más disparatadas elucubraciones, una ambición desmedida de placeres y vanidades; y ciertos detalles en algunos escenarios o situaciones “históricas”, se condimentan con las alusiones a personajes con nombres fabulosos que van desde Pedro el Cruel, Isabel la Irónica o Alfonso el Andrógino.

Un libro excéntrico entre los excéntricos, que probablemente escapará sin dejar huella en un lector promedio, de esos que se llenan de fastidio o mal humor a la menor exigencia, pero que a aquellos adictos a observar la realidad a “contraluz”, seguramente los dejará con una serie de frases y sonrisas para paladear por largo tiempo, a lo que por cierto ayuda en gran medida la traducción de Sergio Pitol, al menos en la edición de la Universidad Veracruzana.