miércoles, 25 de septiembre de 2013

Masa y poder, de Elias Canetti


A través de la historia, las acumulaciones humanas han causado siempre el mismo asombro embriagador y terrible, aunque normalmente solemos ser ciudadanos de ese país llamado soledad/pensamiento interior, en determinadas circunstancias nos vemos arrastrados por la corriente de una masa de personas. Algo sucede. Normalmente somos reacios a sentir un contacto con otra persona, somos celosos de nuestro espacio vital y si alguien se nos acerca demasiado lo hacemos notar con una mueca de desagrado, a menos, claro, de que se trate de un familiar o de vernos inmersos en la delicia de las horas del amor. Pero, ¿qué sucede cuando estamos metidos en un mismo espacio con otras cientos o miles de personas, sin la posibilidad de alejarnos o de guardar una sensata distancia con los otros cientos o miles de personas con las que formamos un todo homogéneo, querámoslo o no?

Sin embargo, las masas no suelen tener  siempre las mismas motivaciones. Y en eso radica precisamente este estudio sociológico-histórico-literario que emprende Elias Canetti con Masa y poder (Masse und Macht, 1960): una tipología de las masas a través de sus más íntimas motivaciones y con una gran abundancia de historias de muchas épocas y regiones geográficas en las que se ilustra con detalle alguna teoría que haya adquirido el rango de categoría. Así, Canetti hace un rastreo de los diferentes grupos humanos hasta llegar a los más antiguos —como las mutas, las cuales consistían en hordas de entre diez y veinte personas y que a su vez se subdividen en mutas de caza, de guerra, de lamentación y de multiplicación—, o los cristales, que son grupos pequeños y estables que anteceden las grandes aglomeraciones. Explora la relación de los grupos con respecto a la religión, a la muerte, a la guerra, a la convivencia e incluso a la historia y las leyendas antiguas entre diferentes pueblos.

La segunda parte del libro, enfocada en escarbar minuciosamente en las características del poder, es el complemento exacto de la primera, ya que si bien se analizaron todos los aspectos que pueden conformar un grupo de personas reunidas por determinada razón, en este apartado se verá que el motivo principal del poderoso es sobrevivir a los demás. De hecho, es casi su única razón de ser, al grado de que suelen ser capaces de generar baños de sangre con tal de mantener su mando. Al igual que en el apartado de las masas y sus diversas manifestaciones, en el tema del poder, Canetti nos brinda abundantes ejemplos de reyes: desde aquellos que han eliminado a su propia descendencia o son eliminados por ella, hasta los tiranos que han ejercido las facultades del poder hasta sus últimas consecuencias, como sucede con cierto rey de la India que, tras haber fracasado en su intento de conquistar un imperio enemigo al mandar a la muerte a más de 300 mil jinetes de caballería en su intento de cruzar la cima de los Himalayas, en un ataque de ira (y quizás también de incomodidad) asesina a los únicos diez sobrevivientes de aquella desastrosa campaña para demostrar que sólo él puede tener el derecho de ser el sobreviviente. Pero también están los héroes, que suelen matar para sobrevivir a ciertas circunstancias que los ponen en peligro; los ancianos, que sobreviven a sus contemporáneos y que por ello solían ser receptáculos del más alto respeto entre las sociedades de antaño; o a aquellos que sobreviven a fenómenos de mortandades incontrolables, como las epidemias y las pestes.

Quizás la conclusión más reveladora y significativa, en cuanto al «poderoso» se refiere, se da en la parte final de este apartado, en el que analiza el caso de Daniel Paul Schreber (ex Presidente de la Sala en la Corte de Apelaciones de Dresde), quien comenzó a sufrir ataques de paranoia que además consignó en una suerte de diario que logró ser publicado —de hecho es un material de valor incalculable para ciertas ramas del psicoanálisis—, ya que Schreber creía con toda su alma que toda su enfermedad era una suerte de conspiración de Dios y sus seguidores contra él. Es decir, asemeja al paranoico con el poderoso en todas sus facetas patológicas, con lo que la única diferencia entre ambos, según Canetti, es el lugar en el que se encuentran: sentados en el trono de una nación, o arrumbados en el miserable cuartucho de un manicomio.

Se sabe que Masa y poder, quizás la obra más ambiciosa de Elias Canetti, tardó casi cuatro décadas en ser escrita (desde 1922, cuando estuvo en una manifestación obrera en Frankfurt con motivo del asesinato de Walther Rathenau, hasta que finalmente fue publicado en 1960), y que él mismo asegura en un apunte fechado en 1959 que con este libro "[...] he conseguido agarrar a este siglo por el cuello". La declaración no es modesta, pero tampoco resulta falsa, si bien es cierto que muchos teóricos le reprocharon en su momento la ausencia de una metodología científica. Canetti, con el humo de fondo de los hornos de Hitler y de los disparos de la Segunda Guerra Mundial, tuvo tiempo y material contemporáneo suficiente como para indagar tanto en las leyendas más antiguas de muchos pueblos remotos del planeta, como en tratados históricos e incluso diagnósticos clínicos para establecer las hipótesis psicológicas que subyacen en el comportamiento de las masas y de los poderosos. Así, los diferentes textos que componen Masa y poder, funcionan a la manera de una imagen a la que sólo se puede llegar examinando uno por uno los pequeños mosaicos que la componen, con lo que al final se consigue una visión global que no sólo explica una época convulsa como la primera mitad del siglo XX, sino buena parte de los combustibles que mueven a la humanidad.